N.E: Los momentos de encuentro entre los Profesionales de la Salud y los Pacientes, se pueden analizar desde diversos puntos de vista. En esta ocasión queremos compartir con ustedes una reflexión del ex sacerdote católico Gonzalo Gallo, sobre las relaciones de ayuda, las cuales consideramos el el propósito fundamental de dichos encuentros.
Por Gonzalo Gallo
Ayudar es un arte que pide sabiduría para no causar estragos cuando crees ingenuamente que estás haciendo el bien. De hecho, muchas veces ayudar no es más que alcahuetiar y el que dice “tan bueno yo”, debería afirmar: “tan cándido y tan pendejo yo”. Cuando tú te pones de cojín un “vivo” se te monta, y cuando tienes una personalidad de tapete te caminan por encima. Para ser feliz no debes llevar las cruces de los demás ni hacer malabares con tus bienes, sólo necesitas conocer y aplicar las Leyes Espirituales. Siendo tan “bueno”, como erróneamente lo crees, abusarán de ti y sufrirás lo indecible hasta que aprendas a ser firme y a decir: No.
El que ayuda sin sabiduría es víctima de unas creencias equívocas que lo impelen a ayudar sea como sea, ciegamente. Además, el Ego se infla, se siente bien al hacerlo y en tu interior te susurra: “tan bueno tú que ayudas”. Lo cierto es que sólo debes ayudar cuando se cumplan las siguientes condiciones:
1. Aceptas la realidad y no interfieres en el aprendizaje del otro. Los sabios aseguran que cada ser vive exactamente lo que necesita vivir para aprender lo que debe aprender. Nadie está mal por mala suerte sino porque debe cosechar lo que sembró. Sí evitas que la otra persona aprenda en la Escuela del dolor, sólo retrasas su aprendizaje y además te haces responsable de eso. La vida funciona con base en leyes espirituales y todo ser humano debe sufrir las consecuencias de sus actos para que pueda evolucionar. Sin consecuencias nunca se toma consciencia.
Entiende que al que malgasta su dinero o al que se queja sin tregua, le tendrás que “ayudar” toda la vida ya que en tu ignorancia le solucionas sus problemas y él sigue tan fresco. Cada mes puedes darle dinero y cada mes lo botará. Nada arreglas y sólo postergas su cambio. Lo haces “porque es mi hermano”, “porque es mi mamá o mi papá”. Olvidas que a ese ser Dios lo ama, pero no le soluciona los problemas que él mismo crea. En suma, crees que obras bien y en realidad evitas que alguien fresco o pusilánime evolucione y te cargas esa responsabilidad ante el Universo.
Entiende que al que malgasta su dinero o al que se queja sin tregua, le tendrás que “ayudar” toda la vida ya que en tu ignorancia le solucionas sus problemas y él sigue tan fresco. Cada mes puedes darle dinero y cada mes lo botará. Nada arreglas y sólo postergas su cambio. Lo haces “porque es mi hermano”, “porque es mi mamá o mi papá”. Olvidas que a ese ser Dios lo ama, pero no le soluciona los problemas que él mismo crea. En suma, crees que obras bien y en realidad evitas que alguien fresco o pusilánime evolucione y te cargas esa responsabilidad ante el Universo.
2 Sabes cómo. Si no tienes el conocimiento o la experticia no te metas de consejero, ingeniero, sicólogo o terapeuta de alguien. Reconoce que no es tu misión, sencillamente da información para que esa persona busque al que sabe. No es tu deber entrometerte cuando no sabes cómo tender una mano amiga. Tantas “ayudas” son simples paliativos estériles. Se firme y no cedas ni un ápice cuando quieran abusar de ti.
3. Tienes con qué. Supongamos que alguien necesita con urgencia un millón de pesos y tú no los tienes. Tu Ego o tu mente contaminada te dicen: “Ve y presta ese dinero”. No los escuches ya que nunca debes ayudar a alguien si no tienes con qué. Tranquilo que el Universo le dará al otro lo que realmente necesite a través de otra persona. Todo es perfecto, aunque las apariencias muestren lo contrario. Si sigues estas reglas no es que te vuelvas indiferente, sino que aprendes a dar ayuda con sabiduría. Un amor firme será tu escudo cuando te asedien los que se niegan a cambiar. Cada ser vino al mundo con talentos, tal como lo enseñó Jesús en sus parábolas: Lucas 19, 11-27. Cada persona debe responder por lo que recibió: Mateo 25,14-30. Una de las más sabias parábolas de Jesús es la de los talentos que Dios da a cada persona. En la historia dos servidores dan buen fruto y el tercero es un perezoso que no produce nada. La parábola se cierra con una reflexión que debería poner a pensar a los que no saben poner límites:
“Al que produce se le dará en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene”.
“Al que produce se le dará en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene”.
4. Te corresponde moralmente. Si un hermano tuyo es irresponsable y no educa a sus hijos, tu misión no es educarlos ya que son hijos de él. Según las leyes de la vida esos hijos vinieron a vivir esa situación para aprender algo. Si tú interfieres en ese proceso nadie aprende y tu hermano sigue atrapado en su frescura, ya que alguien hizo lo que él debe hacer. Hay unas leyes de correspondencia y equilibrio que no debes violar. A cada ser le llega lo que le corresponde y, según la ley del equilibrio, en el Universo solo debe recibir el que da y actúa. El Universo le responde a la acción, no a la pereza.
Debe quedar claro que no tienes obligación de ayudar a tus padres o hermanos si ellos están en el sótano por actuar mal y sin querer cambiar, por derrochar el dinero o no trabajar. El “mito de la familia unida” presiona para que así sea, pero ellos también deben aprender que se recoge lo que se siembra. Lastimosamente abundan los casos en los que el hijo juicioso termina sosteniendo a los parientes vagos o irresponsables que se aferran al ingenuo como sanguijuelas. Algo que va en contra de las leyes espirituales por tres razones:
Debe quedar claro que no tienes obligación de ayudar a tus padres o hermanos si ellos están en el sótano por actuar mal y sin querer cambiar, por derrochar el dinero o no trabajar. El “mito de la familia unida” presiona para que así sea, pero ellos también deben aprender que se recoge lo que se siembra. Lastimosamente abundan los casos en los que el hijo juicioso termina sosteniendo a los parientes vagos o irresponsables que se aferran al ingenuo como sanguijuelas. Algo que va en contra de las leyes espirituales por tres razones:
1. El que obra bien, acaba sufriendo innecesariamente.
2. Los irresponsables se recuestan.
3. Se impide que esos seres inconscientes despierten y evolucionen.
5. El otro me pide ayuda. Jamás debes ayudar a quien no te lo solicita. Si no lo hace es porque él cree que no precisa esa ayuda, y si la recibe, es claro que no la va a valorar. Sólo ayuda cuando la persona realmente necesitada te lo pida. Por eso la mayoría de las veces que das limosna en la calle estás fallando, o porque no te la piden o porque el otro es un “vivo” que se enseñó a vivir de la mendicidad.
6. El otro realmente no puede hacer algo. Sólo te corresponde ayudar si el otro de verdad no puede hacerlo: Verifica que no puede porque está paralizado, mal de la mente o algo así. No digas a la carrera y con pesar que el otro “no puede”, ya que la mayoría de los grandes seres humanos llegaron a la cumbre arrancando de abajo y afrontando graves obstáculos, no les tocó nada fácil. Basta que leas la vida de Bach, Beethoven, Dickens, Andersen, Chaplin o Edison. ¿Has aprendido algo valioso en los tiempos fáciles? Mira en Youtube los videos de
Bárbara Guerra, Adriana Macías o Jessica Cox y verás todo lo que pueden hacer los mal llamados limitados. En mi libro Crecer en crisis encuentras mensajes y testimonios sobre esto.
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7. Ayuda por amor, no por ego o por pesar. Al Ego le fascina ayudar porque le genera una sensación de bondad detrás de la cual se suele camuflar el orgullo. Borra de tu mente las palabras “pobrecito”, “pesar” y “lástima”. Son inmensamente dañinas. Nadie es pobrecito ya que todo ser tiene dones para surgir y brillar si se lo propone. El pesar y la lástima son pésimos consejeros. La lástima, lastima. La lástima mantiene al otro en su inconsciencia y su estado de víctima.
El irresponsable es un profesional de la manipulación y sabe cómo despertar el pesar en los débiles de carácter y los ingenuos. Siempre has oído que no hay que dar el pescado sino enseñar a pescar; todo el mundo lo sabe pero muy pocos lo practican. Del saber al hacer hay una distancia sideral.
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